miércoles, 6 de noviembre de 2013

El arte como terapia: “Hago mis obras para sobrevivir al dolor, al deseo de muerte”

Yayoi Kusama

Obsesiva, compulsiva, extravagante, camaleónica… es imposible que la artista Yayoi Kusama pase desapercibida. Mundialmente conocida, sus obras son admiradas por su excentricidad. Como muchos otros autores, decidió volcarse en la pintura para superar sus intentos suicidas, consecuencia de una traumática infancia.


Kusama comenzó a tener alucinaciones a una edad muy temprana y las volcó en sus dibujos, convirtiéndose más en una cura que en algo artístico en sí. No ayudó nada a su desorden psíquico su baja autoestima, provocada en mayor parte por su madre, una mujer que odiaba todo lo referido al arte y se encargaba de destruir cualquier cosa que caía en sus manos. Una persona muy obsesiva, violenta y que llegaba a tal punto que utilizaba a su hija para espiar las infidelidades de su padre. Principal motivo por el cual la idea del sexo le resulta tremendamente traumática, a tal punto que confiesa que tuvo su última relación sexual con 20 años.

Su obra está impregnada de contenido autobiográfico, psicológico y sexual, e incluye desde la pintura a la escultura. Kusama, como buena artista, también se ha interesado por el mundo de la literatura, el cine e incluso el diseño de moda.  

Kusama comparte algunos atributos del feminismo, surrealismo, pop y expresionismo abstracto, influencias por su estancia en Nueva York durante casi 20 años.

Durante esos años, Kusama organizó numerosas manifestaciones, entre las que destaca el apoyo a la homosexualidad. Sus performances, orgías y happenings sexuales se han convertido en un signo de identidad de la artista, ya que encontramos la disolución del límite entre el arte y la realidad y a su vez la eliminación de la distancia entre la obra y la audiencia, haciendo que intervenga el espectador.

El gran salto mediático lo logró con el ‘Festival del cuerpo pintado’, frente a la catedral de St. Patrick, en la Quinta Avenida. Allí se arrojaron Biblias, quemaron banderas estadounidenses y a continuación se dispusieron a realizar actos sexuales en público. A partir de entonces, los performances fueron creciendo. Se llegó a tal punto que la televisión de Alemania Occidental la contrató para llevar a cabo un happening en vivo. Kusama organizó a un grupo de hombres para tener sexo en una habitación constituida exclusivamente con espejos. Podríamos llegar a la conclusión que obtuvo la fama a través de la provocación, del desafío a la autoridad.


Regresó  de forma definitiva a Japón en 1973, donde vive desde entonces en un hospital psiquiátrico por propia voluntad. Su vuelta a Tokio no tuvo el reconocimiento público que esperaba, por lo que cayó en una profunda depresión y pasó 30 años sin pintar, dedicando todo su tiempo a sus poemas.

Se describe a sí misma como una artista obsesiva, algo que se puede apreciar a través de la repetición de ciertos elementos en cada una de sus obras. De ahí el nombre de sus exposiciones, que giran en torno a la ‘Obsesión infinita’ y el concepto de redes de infinito, que se trata de su elemento más identificativo: los lunares.  Según la artista, los famosos polka dots son una forma de vida (el sol, la luna, las estrellas, cada ser humano…) que no pueden existir por sí mismos, sino solo cuando se reúnen unos con otros. Cree firmemente en la grandeza del universo y de su poder magnético y misterioso. Los ha utilizado en salas, esculturas y en objetos de diseño en distintas variaciones y colores, aunque siempre intensos e incluso traslada esos lunares a su armario, en llamativos trajes y pelucas de colores.  Otro elemento muy relevante de su obra son los penes de tela. Como hicimos referencia anteriormente, uno de los traumas de la artista es su terror a todo lo relacionado con el sexo. Aunque ella admite que está a favor del libertinaje sexual, no muestra interés en el sexo en sí. Algo en cierto modo contradictorio, pero justifica que lo llevó a cabo como una manera de sobreponerse a su trauma.

Llegaríamos a la conclusión de que realmente la fama de la artista se debe en exclusiva a utilizar la sexualidad en sus obras. Un tema que cuando era joven, tenía una gran restricción social, por lo que obtuvo mucha publicidad a través de ese desafío a la sociedad. También hay que señalar que es un tema que nunca muere. 

Ya por el hecho de que se trata de un instinto básico del ser humano, por lo que de un modo u otro ha conseguido perecer en la sociedad. Otro de los motivos ‘poco éticos’ que se barajan sobre la fama de Kusama es su residencia. A todos nos gustan las historias traumáticas, todo lo que tenga que ver con el morbo. Por lo que vivir en un psiquiátrico ha ayudado de alguna forma a hacerse un nombre, es como diría Óscar Wilde ‘que hablen de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen’.

En ambos casos, la artista utilizó su enfermedad mental para beneficiarse económicamente. Pero hablando ya en términos artísticos, es obvia la utilización de sus brotes psicóticos en sus obras porque utiliza  su arte para poder liberarse de todo lo que le obsesiona. Traduce sus vivencias en arte, que es la principal misión de este, transmitir.

Aunque esta artista aún se encuentra con vida y puede beneficiarse de los frutos económicos de sus obras, no hay que quitarle mérito por ganar dinero por su trabajo. A fin de cuentas, es un oficio y trabaja de lo que ama. Pero si hay que destacar un caso concreto por el cual ha impulsado más aún el valor de sus obras es su colaboración con Marc Jacobs para la casa de Louis Vuitton, una firma conocida internacionalmente y que no solo forma parte de la moda, sino de la cultura.


Marc Jacobs, un diseñador de moda estadounidense, quiso rendir homenaje a esta artista tan excepcional, por la que siente una profunda admiración. Esta colaboración nos hace plantearnos si realmente Kusama sería lo que comúnmente llamaríamos artista. Por idea general, un artista se trata de alguien que quiere vivir de su arte, sin ninguna intención económica o buscando fama. Pero aquí es donde aparece el término de ética. Es obvio que pierde cierto valor artístico al participar en este tipo de trabajos, pero no es menos cierto que para crear  hace falta poder mantenerse. Puede que vender zapatos, relojes, accesorios y los famosos bolsos de Louis Vuitton sea ‘poco artístico’, pero es una buenísima oportunidad para darse a conocer, por ser una marca tan distinguida. Dentro de lo que cabe, muchas personas consideran que la moda es un arte, por lo que podría justificarle alegando que solo está participando en otro tipo de formato.

Respecto a la opinión que tienen los medios sobre su colaboración con esta marca de moda como de su trayectoria u obras en general, no he encontrado de hecho ningún artículo que la desestimara. Algo que especialmente me ha llamado la atención, porque incluso en blogs, todos la alaban. Alegan que hay ciertos puntos de la artista que son difíciles de asimilar y que no comprenden en parte cómo a casi todo el mundo le puede gustar, pero acaban diciendo que Yayoi Kusama es una artista espléndida. Supongo que debido a su estado mental, todos tienen especial cuidado de las palabras que emplean para referirse a la artista y es muy difícil criticarla cuando su arte es la cura de su enfermedad. Al ser una persona realmente vulnerable, creo que pocas personas pueden hacerle frente de forma más objetiva. El arte es subjetivo, por lo que me es curioso que no haya diversas opiniones y todas estén cortadas con el mismo patrón. Pero claro está, eso es solo una opinión personal.

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